domingo, 30 de agosto de 2009

EL HISPANISMO DE GARCILASO

Nota. He recibido para su publicación este interesante artículo de nuestro amigo el Prof, Bosch a quien conocí durante su visita al Cusco, en mayo de este año 2009.


Escribe: Joan Bosch i Planas. Profesor Investigador de la UTEA

joanboschiplanas@hotmail.com

En este año en el que se cumplen los cuatrocientos años de la edición de los Comentarios reales, primera parte de una de las obras más populares del Inca Garcilaso de la Vega, no es de extrañar que se reanimen los espíritus más críticos sobre su trabajo y se aproveche la ocasión para reanalizar lo ya infinitamente analizado gracias a la corriente, bien llamada garcilasista, que ha generado su figura y su mitificada obra.

Sin ninguna duda, fue otra corriente, la hispanista, la que encumbró la labor publicada de Garcilaso. No podía ser de otra manera, puesto que los que la generaron tenían los caminos y los medios para darla a conocer y, sobretodo, la facilidad política para difundir los valores de su contenido con una interpretación absolutamente objetiva. Y, a pesar de los análisis literarios, filológicos e históricos a que ha sido sometida, se sigue viendo en los Comentarios reales, el espejo descriptivo de la sociedad postincaica todavía con influencias costumbristas y tradicionales indígenas gracias a la información de lo vivido -y de lo no vivido-, que nos presenta Garcilaso en el conjunto de su libro.

El interés de la sociedad hispanizada de la Colonia por la obra del Inca está en la línea de las crónicas de capitanes, soldados, secretarios, contadores, veedores y servidores de la Iglesia católica venidos de Europa y protagonistas todos de la Conquista, drama social que tuvo como resultado la eliminación de una sociedad establecida, estructurada y organizada como fue la del Imperio inca. Solamente ocho años después de la edición de los Comentarios reales, la publicación de la segunda parte de la obra, una vez fallecido su autor, hecho que facilitó el cambio de título para no confundir a los interesados, supuso un aliciente complementario para la difusión de la obra. Su nuevo título: La historia general del Perú, era el revulsivo que, añadido a las diversas crónicas hasta entonces publicadas con su correspondiente visión hispanista, daba prueba evidente del buen resultado de la labor del nuevo régimen, sobretodo, cuando la autoría pertenecía, precisamente, a un mestizo hijo de un capitán conquistador y posteriormente Corregidor de Cusco, la capital conquistada del Imperio.

Garcilaso de la Vega, salió, efectivamente, desde Cusco para no regresar jamás a Perú un año después de la muerte de su padre. No sabemos si residía en la capital Imperial o vino puntualmente a los funerales de su padre, pero se puede afirmar que la mayor parte de su infancia la pasó en Lima donde se educó cristianamente codo con codo con sus primos, los hijos de Francisco Pizarro. Fue en la casa de su tío, Martín de Alcántara, donde su tía y el educador, el viejo Cano, tuvieron la responsabilidad de darle a Garcilaso la instrucción que, con carácter evangelizante, vino también de parte de la Monarquía Hispánica. Cabe decir, que la casa donde vivían era una magnífica mansión de estilo colonial de dos pisos de altura erigida junto al palacio Presidencial que tuvo que demolerse para instalar en su lugar el monumento ecuestre de Pizarro antes de su nuevo emplazamiento en el Parque de la Muralla de la capital peruana.

Los antecedentes difieren de lo que Garcilaso cuenta en los Comentarios, cuando da información de los naturales de su tierra afirmando que lo que dice en las páginas de sus libros lo ha vivido directamente a través o en el entorno de la familia de su madre, sobrina de Huayna Cápac. Cuando sus padres se separan, el Inca tiene doce años y, al menos, hace seis que vive en Lima.

Garcilaso de la Vega, llega al reino de Castilla, cuna de los conquistadores, a los veintiún años recién cumplidos y no es hasta, nada menos, veintiséis años después, que no empieza la redacción de la primera parte de los Comentarios. Antes de terminarlos, le llegan a través del padre Maldonado de Saavedra, las notas del padre Blas Varela, también mestizo, que se han salvado del saqueo de su casa a cargo de los ingleses. Es en estos documentos donde aparece una cantidad importante de información sobre la sociedad incaica que, probablemente, Garcilaso podría aprovechar para inserirla en el texto de su libro.

La elaboración de los libros que componen la primera y segunda parte de Los Comentarios reales, se nutre de un incipiente conocimiento de la historia de los incas y de un frágil apoyo de los verdaderos acontecimientos que desembocaron en la caída del Imperio, a causa de una inexistente investigación que, de haberla habido, hubiera concluido en parte determinante del contenido de la obra. Algunas de las crónicas publicadas y que Garcilaso conoce, –que no son todas-, la idea de que nadie como él podía reivindicar la identidad del peruano, su preocupación por querer rectificar errores cometidos -obviamente-, en textos de autores hispánicos y, aún, la necesidad de hacer algo que le pudiera reportar unos ingresos que mitigaran su subsistencia, motivó a Garcilaso de la Vega a escribir su obra en la edad adulta, fuera del espacio protagonista de los hechos y confiando en la memoria, fiel elemento distorsionador de realidades. En el conjunto de la obra las lagunas históricas son enormes y los errores infinitos debido a la falta de veracidad de buena parte de la información recibida por transmisión oral.


A pesar de todo ello, la importancia de la obra del Inca Garcilaso de la Vega, es, sin dudarlo, referente incondicional y de consulta para conocer detalles del Perú del siglo XVI. Y, precisamente, por ser el autor un peruano mestizo nacido en Cusco, su biografía y su obra, puede seguir siendo cabecera y formar parte de la bandera literaria que tendría que ondear en una futura muestra que acercara al pueblo todo lo habido y por haber de todos los autores del país, narradores e historiadores locales y regionales, con el único fin imprescindible de conocer y crear opinión de la obra publicada.