Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
Con motivo de esta efemérides garcilasiana, deseo hacer una reflexión acerca del significado de Garcilaso para nosotros los cusqueños, tomando en cuenta que como dice el Manuel Burga en su libro: “Para que aprender Historia en el Perú”, la historia es una ciencia que nos ayuda a entender nuestro presente, pero pensando en nuestro pasado; a través de ello forzosamente pergeñamos el futuro. Cuando se habla de un libro de historia debemos preguntarnos en qué época se escribió, más que quién lo escribió, porque la historia se escribe para entender una cierta época y casi siempre desde la perspectiva de la élite dominante.
Garcilaso vivió la etapa entre el renacimiento y el humanismo; una época nueva, diferente; eran los albores del capitalismo, se vivía la feudalidad en la que predominaba el escolasticismo, la idea religiosa judeo cristiana en la que el hombre debía prepararse para la “vida eterna”, pues el paso por la vida era solamente fugaz, una etapa de tránsito que había que cumplir para llegar a otra etapa superior, en “otro mundo”. Entonces, lo más valioso que podía existir eran los “evangelios y la doctrina cristiana” y había que llevarla a todos los confines. Esta ideología religiosa fue el pretexto para acometer las famosas cruzadas, que fueron grandes movimientos religiosos-militares europeos “bárbaros y crueles”, que iban a hacer la guerra a los islámicos para recuperar la tierra santa; la tierra donde había vivido y sufrido Cristo.
Pero esta lucha contra los islámicos, en España se volvió una lucha contra los árabes, hasta despojarles de todas sus tierras y destruirlos, en una época en que ellos, en el califato de Córdoba, habían llegado a su máxima expresión como cultura universal; a su mejor etapa de creatividad cultural en convivencia con judíos y cristianos católicos. Los islámicos eran depositarios de la cultura griega y egipcia de Alejandría. Entonces, el fanatismo religioso de los reyes católicos significó un retroceso en la historia.
Como una consecuencia de esta persecución y expansión contra los moros y porque se habían cerrado todos los caminos hacia la India y la China de donde venían la seda, las especies, la canela o el clavo de olor etc., los comerciantes y navegantes españoles empezaron a buscar caminos para llegar a las Indias y Colón que estaba muy enterado de las teorías antiguas de los griegos, de la redondez de la tierra, etc., se atrevió a cruzar el mar, porque, probablemente, como dice Garcilaso, tuvo conocimiento del diario de un navegante que adentrándose al océano, había visto tierra más allá de las Islas Canarias,.
El descubrimiento de un Nuevo Mundo para los europeos fue una empresa militar, un negocio, con el absurdo pretexto de “evangelizar” ese mundo y, por lo tanto, se irrogaban el derecho de ir con la cruz y la espada a esclavizar a todo ser humano que encontrasen; someter a todas las etnias y culturas y secuestrarles toda su riqueza, todo su oro, su plata; esclavizándolos para obtener aún más riquezas. De ese modo pérfido y criminal fue cómo las metrópolis empezaron a crecer como grandes imperios y a ese secuestro infame, que aún cinco siglos después no ha concluido, llama Marx la “acumulación originaria del capital” y esta acumulación originaria del capital dio lugar a la formación de grupos de banqueros y prestamistas como los Médicis que fueron los primeros financistas del mundo de la época del renacimiento, aún cuando, al mismo tiempo, con su dinero subvencionaron las grandes obras de la revolución artística y científica del Renacimiento.
De este modo, Garcilaso resulta siendo un hijo de dos élites, la élite inca, porque era hijo de una princesa, y la élite española, pues su padre procedía de una familia ilustre de España; entre sus antepasados se contaban grandes militares y escritores como el famoso poeta Garcilaso. Fue así que, Garcilaso el Inca, nacido en el año de 1539, ocho años después de la llegada de los conquistadores y en los 20 años que estuvo en el Perú, vivió la peor etapa de la conquista: la rebelión de Manco Inca, la rebelión de Almagro, la muerte de éste y de su hijo Almagro el Mozo, la rebelión de Gonzalo Pizarro contra las nuevas Leyes de Indias, etc. Incluso, aún niño, su casa fue cañoneada y quedó preso, durante ocho meses junto con su madre y su ayo, en esa casa donde probablemente, nació, porque ese solar le dieron a su padre en la división y repartición que hicieron, todavía en 1534, como consta en el Libro de los Cabildos, que se publicó en 1960, entonces, es probable que Garcilaso naciera en esa casa que hace esquina y está al lado de la casa de don Pedro de Oñate, de quien se creía antes que era dueño de toda la casona y ahora resulta que fue dueño de la casa del costado.
Garcilaso vive toda esta etapa terrible, conoce a todos esos personajes, que venían, que comían, en los grandes banquetes que daba su padre en esa casona. Vio allí a Gonzalo Pizarro, a Carvajal, a La Gasca; conoció casi a todos los conquistadores, y sufrió la separación de sus padres por una ley que dictó el rey de España, para que todos los españoles se casasen con mujeres españolas y dejen el concubinato con mujeres indígenas. Garcilaso se quedó con el padre pero vio, con mucho dolor esta separación, el desprecio que hacía el orgulloso castellano a su madre indígena y, como quiera que a la muerte de su padre, la mayor parte de sus riquezas las heredaron sus hijas legítimas; él quedó con una pequeña herencia. Fue voluntad de su padre que, en mérito a sus dotes intelectuales, el joven mestizo viaje a educarse a España.
Ya en España, lo primero que recibió fue la frialdad de su propia familia paterna. En la corte trató de conseguir las mercedes a las que creía tener derecho por los servicios de su padre a la corona española en la conquista del Perú; pero, recibió un gran revés cuando le dijeron que su padre había sido traidor, pues había apoyado al rebelde Gonzalo Pizarro dándole su caballo en la batalla de Huariña, cosa que él desmiente y prácticamente, se puede decir que la historia que escribe, muchos años después, como cuarenta años más tarde, la hace para desmentir esa calumnia, utilizando los escritos y testimonios de muchos historiadores y testigos vivientes.
Garcilaso quiso volver al Perú, pero, le impidieron y tuvo que resignarse a vivir del apoyo de su tío Alonso de Vargas, en ese tiempo se ilustró, se alistó en el ejército, y participó en la Guerra de las Alpujarras, contra un levantamiento de moriscos, que eran mestizos como él, en cuyos combates se distinguió por su valentía y consiguió el grado de Capitán, como el que tuvo su padre, aun así no logró superar la discriminación. Así Garcilaso fue hombre esforzado tanto en las armas como en la literatura; estudió el italiano antiguo o Toscano, pues conocía ya el latín, y tradujo textos. Allí encontramos a Garcilaso recuperándose, después de haber sufrido reveses anímicos, y también buscando auto-legitimarse apoderándose de la cultura occidental o cultura paterna, hasta llegar a la genialidad, al dominio total del idioma y también de las armas, pues había vivido entre ellas toda su juventud.
Escribió para legitimarse en su ascendencia paterna la “Relación de la descendencia de Garcí Pérez de Vargas”, quien era el antecesor más antiguo de su árbol genealógico; pero le obligaron a cambiar su nombre y, luego de cinco cambios, decidió reivindicar su identidad de mestizo e indio americano.
Después, estudiando el toscano, que era un romance en formación en el que ya se habían producido muchas obras literarias, hizo su propia traducción, pues, ya había otras, de los “Tres Diálogos de Amor” de León Hebreo, que era un literato judío que escribió unas ficciones sobre el amor, en prosa poética. Garcilaso traduce y pública como la “traducción del indio”, así dice él, de Los Diálogos de Amor, obra que el propio rey al verla en sus manos, había dicho que la coloquen en un sitio especial porque era “fruta nueva del Perú”.
Con esta obra se da a conocer en el mundo literario, pese a que la edición había sido requisada por la Inquisición. Por esos años, escribió “La Florida del Inca” o “Historia de La Florida”. Así es cómo Garcilaso comienza a tener una idea clara de la necesidad de imponerse, de universalizar su nombre, su talento y su capacidad, justo en una época tan importante como fue el “Siglo de Oro” de la literatura española, cuando aparecieron reconocidos talentos e ingenios como Lope de Vega, Góngora y Argote, Miguel de Cervantes Saavedra y tantos otros grandes personajes de esa época. Entonces, Garcilaso buscó ser uno de ellos, quiso estar en ese nivel, de allí que alistó su pluma para novelar historias en: “La Florida del Inca”, o la historia de Hernando de Soto, este gran conquistador que había sido uno de los primeros en Perú, compañero de Pizarro, quien, ya enriquecido, se retiró a España; pero, movido por su afán de conquista volvió a América, retornó a Cuba, fue hasta las costas de La Florida y se aventuró en la búsqueda de un país lleno de oro como el Perú, que no encontró en ningún sitio; finalmente, cayó como en una telaraña y toda su expedición fue diezmada; muy pocos pudieron escapar, uno de ellos fue Gonzalo Silvestre, un soldado que había estado, también, en el Perú y que conoció al padre de Garcilaso, que luchó en todas esas guerras por lo que estaba viejo, enfermo de bubas y ya estaba por morir. Este hombre le cuenta toda su historia y Garcilaso hace de cronista, biógrafo y, a través de las historias de Gonzalo Silvestre, logra reconstruir esa epopeya atroz y heroica de los españoles en tierras de La Florida, en los actuales Estados Unidos.
Esta obra también es publicada y difundida, pese a que no tiene nada que ver con el Perú ni con los Incas, sino, con él mismo, pues iba trocando su nombre Gómez Suarez de Figueroa, primero, con el nombre de Garcilaso de la Vega, por su prosapia familiar y como una forma de auto legitimarse; luego, cambia y a ese nombre le aumenta, Garcilaso de la Vega, el Inca, así afirma su personalidad en sus escritos. En su obra hay muchos lugares en los que justifica esta su actitud.
En ese libro anuncia que estaba escribiendo la historia de los Incas y de las guerras civiles de los españoles, porque encontraba que los autores que habían escrito callaban muchas cosas, decían cosas falsas o simplemente no expresaban la verdad que él había vivido, porque muchos de ellos escribían desde España, y algunos jamás habían pasado siquiera para América; otros eran soldados que habían sufrido y su testimonio era de parte, sesgado, a veces, a favor de España y, casi en su mayoría, justificaban la conquista de un pueblo, supuestamente, salvaje, que comía gente, que estaban dados a la degeneración, que sus reyes practicaban la poligamia y que tenían muchos dioses y que adoraban bestias salvajes, etc., entonces Garcilaso siente la necesidad de defender su cultura materna, y eso, seguramente, por la correspondencia que mantenía con sus parientes en su tierra, puesto que él apoyaba muchos juicios y querellas por tierras que tenían las panacas cusqueñas en Madrid, Sevilla o Valladolid. Así el Inca utiliza todos estos conocimientos y recuerdos que coteja con los libros que habían publicado los autores de esa época: Agustín de Zarate, Blas Valera, el Padre Acosta, incluso, de Blas Valera tenía un libro que apenas había sido recuperado de un desastre que hubo en Cádiz, sólo un montón de hojas desechas de un manuscrito que no llego a publicarse. Garcilaso usa ese material en su libro, pero siempre citando entre comillas todas las partes que usa de los cronistas. Así hace sus Comentarios, que no son otra cosa que, a la manera periodística o ensayística, tomar párrafos de estos cronistas y discutirlos, darles fe o desmentirlos, de este modo es cómo crea estos Comentarios tras una tarea ardua que le lleva muchísimos años. A fines del siglo XV los tenía hechos; pero, recién en 1609, tiene la oportunidad de publicarlos y lo hace en Lisboa porque en Madrid, ofreció a muchas personas que no quisieron apoyarle o no le dieron los permisos respectivos.
Luego de editar los Comentarios, siguió trabajando la segunda parte de la obra, por entonces, en 1612, se convierte en clérigo, ya habían muerto todos sus parientes, era heredero de unas propiedades y hasta había tenido un hijo al que desconoce, porque en su testamento, solamente, habla de una persona a la que había criado en su casa. Mas, con el tiempo se ha llegado a la conclusión de que era su hijo natural ilegítimo, como se decía en esa época, y que como era habido en su criada, no lo reconoció. Este hijo aparece después como el sacristán que manejaba la capilla de Las Animas, una especie de mausoleo que el propio Garcilaso compró y construyó en una parte de la catedral de Córdova para ser enterrado allí.
Garcilaso trabaja en ese tiempo la segunda parte de sus comentarios y se siente muy mal, muy viejo, tenía ya más de 70 años y en muchas partes del libro, cuando terminaba un capítulo, daba gracias a Dios por haberle permitido llegar con vida a esa parte. De esa manera, a los 77 años se enferma, dicta su testamento y muere el 23 de abril de 1616. Al año siguiente, póstumamente, se publica la “Segunda Parte de los Comentarios Reales” que tenía ese nombre, pero que, por alguna razón, le cambiaron de nombre y apareció como: “Historia General del Perú”, que es como la conocemos.
Garcilaso, resulta siendo el primer peruano mestizo de talla universal, el primer hombre americano que, a través, de la pluma se da a conocer y es reconocido universalmente. También, es el primer peruano o mestizo que piensa en una nación, en una nacionalidad continental; escribe para sus paisanos los peruanos, indios, mestizos, negros y blancos; es decir es el fundador del concepto de nación, el concepto de americanidad y de peruanidad.
A través del estudio de sus crónicas sobre los incas sobre la colonización y la conquista del Perú, encontramos que también pensó en el futuro, sentó las bases para que esta sociedad, que había perdido todo, como dice él mismo: “de reyes trocósenos reinar en vasallaje”, y que Burga reconoce como la “memoria del bien perdido y de las oportunidades desperdiciadas”, construya una nueva oportunidad mejorada en su futuro. Garcilaso nos quiere decir entre líneas que en el futuro las cosas cambien se modifiquen, que sus compatriotas podamos construir una nación solida que pueda recuperar todos esos bienes y esa estructura social extraordinaria de los Incas, que él, dicen que idealizó. Y es por eso que el discurso, la lectura que hace Garcilaso del pasado incaico, sirvió después en la época revolución emancipadora, de tal manera que cuando se derrotó la revolución de Túpac Amaru, uno de los mandatos que el visitador Areche hizo sacar desde la metrópoli española, fue que se recoja o secuestre, sigilosamente, todos los ejemplares que hubiera de la obra del Inca Garcilaso de la Vega; porque generaba malos pensamientos en los indígenas y les obligaba a rebelarse, a tener una conciencia contraria a la hispana. Se sabía que Túpac Amaru había sido un gran lector de los Comentarios Reales.
También San Martín cuando estuvo preparando la guerra emancipadora en Mendoza, Argentina, en una visita a la ciudad de Córdoba, había dado la idea de que se publicasen los Comentarios Reales de los Incas, y que se difundiese, para que en la gente renazca un sentimiento nacional de liberación. Por ello esta obra resulta siendo el cimiento para la construcción de identidad cultural, no solamente peruana sino americana, esa es su dimensión, su grandeza, no es una obra común; además, en el proceso de desarrollo de la historia, Garcilaso escribe su obra, más o menos, un siglo después de que Tomás Moro escribiera su “Utopía”, los eruditos opinan que él tomó mucho de esa obra.
En Utopía, Moro habla de una civilización ideal que se encontraba allende los mares, en unas islas en las que habían unos reyes magnánimos que gobernaban con mucho amor, con generosidad a su nación, y que eran naciones prosperas en las que no había el dinero ni la angurria del oro, porque el oro y la plata no tenían valor económico y que todos vivían compartiendo, y que era una sociedad perfecta, más o menos, parecida a la idealización del incario que escribe Garcilaso, y debe ser una consecuencia de la ideología neoplatónica que primaba en esa época y que buscaba esquematizar y ordenar las cosas, en una forma piramidal, hacia Dios.
Probablemente, Garcilaso conoció también la obra de Moro; mas, en la obra de Garcilaso se inspiraron muchísimos escritores: por ejemplo, Campanella, en la Ciudad del Sol; Voltaire en La Alcira, también, Juan Jacobo Rousseau y todos estos grandes estudiosos enciclopedistas, que vivieron muchas décadas después, durante el periodo de la Ilustración, originaron la Revolución Francesa; ese periodo en que se comenzó a discutir la legitimidad del absolutismo, se relativizaron y democratizaron las monarquías, al imponerles el poder popular, no solamente a los nobles, sino, también, a los burgueses; es decir, la gente común y corriente que vivía en la ciudad y en el campo: las clases populares dominadas y analfabetas, comenzaron a tomar partido, ya no eran solamente seguidores de los señores feudales o de los reyes y patrones, sino buscaban lograr, a través de la política, sus reivindicaciones más sentidas, sus derechos, pues eran el sector desfavorecido y pobre de la sociedad.
Estos pensadores los famosos socialistas utópicos, como: Saint Simon, Fourier y Owen, también, se inspiraron en la obra de Garcilaso. Ellos eran millonarios dueños de fábricas, que dividieron toda su riqueza y su capital entre sus trabajadores y crearon las primeras cooperativas, o sea, socializaron su riqueza para hacer que el mundo que habían creado tuviera horizontalidad, no hubiera pobreza extrema y que todos vivieran felices de su trabajo. Este mundo de los socialistas utópicos se desarrolló antes de la revolución industrial, era la época artesanal, por ello es que no pudieron desarrollarse mucho más.
Inglaterra era la otra gran nación que se iba desarrollando invadiendo medio mundo, saqueando a los países, esclavizando, usando piratas y corsarios para apoderarse de las riquezas que iban a España. En ese país se estaba gestando otra formación socioeconómica más avanzada: el capitalismo. La ciencia y la tecnología estaban siendo usadas para la transformación de la sociedad, a través de la tecnología industrial, las maquinas de vapor y electricidad, equipos, herramientas y nuevas formas de organización que formaban el nuevo sistema de explotación que era la asalariada y el nacimiento del proletariado fabril, a diferencia de los siervos de la época feudal, entonces, a consecuencia de esto y de los conocimientos científicos como la teoría de Darwin, la hipótesis de la indestructibilidad e “increabilidad” de la materia de Lavoisier, se negó a la escolástica como única vía para entender la naturaleza humana, su presencia en el mundo y su proceso histórico; así nació una concepción atea y materialista de la naturaleza y de la historia, y una concepción social para el desarrollo equitativo y la democratización que nació de vertientes intelectuales como los "Comentariosa Reales" de Garcilaso de la Vega, de ese modo fue que estudiosos como Hegel, Feuerbach y luego Marx y Engels, crearon la teoría y doctrina del socialismo científico -basándose en el socialismo francés, la filosofía alemana y la economía política inglesa- que y se llevó a la práctica en extensas partes del mundo, tras grandes procesos revolucionarios y que actualmente todavía sigue vigente en oposición al sistema capitalista, después de haber sufrido la debacle y retroceso, en los países donde se aplicó, y la fanática tergiversación fundamentalista en nuestros países.
Todo esto tiene que ver con la doctrina y la obra del Inca Garcilaso, que es actual y futurista, inclusive, cuando apologiza el sistema social incaico que ahora se sabe a ciencia cierta, que desde el punto de vista ético, fue muy superior a la cultura occidental, pese a los avances tecnológicos de ésta como son: el acero, la pólvora, la brújula, las ciencias, etc., los europeos no había llegado a un estado de redistribución económica en el que se podía superar la pobreza y la miseria; por el contrario la invención del dinero y la usura había enajenado o enloquecido al hombre, perdiéndolo, -como dictó el propio conquistador “De los primeros” Mancio Sierra de Leguizamo, en su testamento-, confesó que ellos habían destruido un país donde cada hombre tenía sus bienes, que los aprovechaba sin tener que sacar de los otros absolutamente nada y que vivían en paz y trabajaban todos para su sociedad, y que al ver que, entre nosotros habían hombres que incitaban a sus mujeres e hijas a pecar, nos tuvieron en muy poco” (1), Esta es la demostración de que lo que propaló Garcilaso no era falso; porque se trataba de una sociedad ética y moralmente más avanzada, una sociedad que había logrado niveles que nuestra sociedad actual aún no ha podido replicar, pues existen guerras de rapiña, explotación, mendicidad, delincuencia organizada, mafias y corrupción social generalizada que son las lacras que actualmente corroen el sistema.
Además, estos Incas habían logrado generar un desarrollo acorde con las necesidades mínimas de su población y con su entorno natural. Pues, no destruían la naturaleza sino la utilizaban racionalmente, reponiendo lo tomado; así, tenían controlada la caza, la recolección, la pesca, y las actividades extractivas para que siempre sean sostenibles. Entonces lo que hace Garcilaso es dar a conocer al mundo de la existencia de esa sociedad, racional, distinta, nueva y diferente, que podría ser una sociedad del futuro; allí está, también, la importancia de la obra del Inca Garcilaso, es una obra futurista, y ahora que reclamamos una sociedad igualitaria, estamos hartos del predominio del dinero o del dólar, de la primacía del capital sobre el trabajo y buscamos que el trabajo ya no sea un motivo de esclavitud del hombre, su perdición y su enajenación; sino, una forma de liberación de él, una forma de sobrevivir en condiciones favorables a las crisis y a la destrucción de nuestra naturaleza, catástrofe que poco a poco se avecina por la irracional actividad antrópica de esta sociedad consumista y parasitaria.
Notas
(1).- “…el intento que me mueve a hacer esta relación es por el descargo de mi conciencia y por hallarme culpado en ello; pues hemos corrompido a gente de tanto gobierno como estos naturales, y tan quitados de cometer delitos, ni excesos, así hombres como mujeres; y, cuando ellos vieron que nosotros poníamos puertas y llaves en nuestras casas, entendieron que era de miedo que teníamos a ellos que no nos matasen; pero no porque se creyese que era posible que ninguno hurtase ni tomase a otros la hacienda: y así cuando vieron que entre nosotros había ladrones, y hombres que incitaban a pecar a sus mujeres e hijas, nos tuvieron en poco; y habiendo venido este reino a tal rotura, en ofensa de Dios, entre los naturales por el mal ejemplo que les hemos dado ( ... ) y con eso suplico a mi Dios me perdone mi culpa. Yo confieso que la tuve y tengo, por ver que soy el postrero que muero de todos los descubridores y conquistadores y pues en eso entiendo que he descargado mi conciencia... " del Testamento del conquistador Mancio Sierra de Leguízamo.
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